¿Por qué México no avanza?

Desde que empecé a radicar en esta bella ciudad hace ya más de 6 años, hay una frase que he oído pasar por los labios de más de un mexicano. Normalmente están observando algún mal de la sociedad y comentan “por eso es que México no avanza”. Quizás me sorprendió la primera vez. Los norteamericanos somos optimistas y siempre tratamos de ver lo mejor de cualquier situación y de preservar la esperanza. Yo apliqué esta actitud a México y llegué como una inmigrante llena de ilusiones y esperanzas positivas de lo que me esperaba en mi nueva vida mexicana. Los mexicanos en cambio no son optimistas, son fatalistas. Ellos reconocen bien todos los problemas que existen y no los niegan. También sienten muchas veces una futilidad, como que es inútil intentar cambiar las cosas que todos sabemos están mal. Y yo me encuentro en medio de estos dos rasgos psicológico-culturales. Los norteamericanos en unas ocasiones son felices porque tienen ese optimismo, entonces el optimismo es bueno, pero a la misma vez veo que se equivocan en su optimismo y a veces niegan las experiencias negativas para protegerse de la realidad. En eso creo que el mexicano es más fuerte y más realista, pero a la vez es malo pensar que nada puede cambiar porque si toda una sociedad cree que nada va a cambiar entonces se vuelve profecía auto-cumplida.

México ha sido gran parte de mi vida desde 1990, pero solamente radico aquí desde 2012. Es diferente vivir aquí que visitar o que amar México desde lejos. Viviendo aquí uno observa de cerca el laberinto de burocracia, la corrupción y otros problemas. Yo amo mi trabajo y no quisiera un trabajo administrativo o político, pero a veces pienso “si yo fuera la reina de este lugar, yo cambiaría esto y esto y esto”. Hoy aquí les voy a hacer una observación de un problema que observo en la sociedad mexicana pero que no se comenta suficientemente en el discurso público: los horarios laborales poco saludables.

Recientemente fui víctima del crimen de abuso sexual en el metro. De inmediato solicité la ayuda de un policía. El policía fue un joven que yo considero amable y sí me ayudó a detener al sujeto, pero en los primeros segundos sentí que me quería disuadir. Me decía que si yo quería entonces todos podríamos ir al ministerio público, pero que debo entender que el proceso tardaría varias horas y, según él, mucha gente decide no proceder porque no tienen tiempo y es muy cansado. Me dijo que también podría perdonar al sujeto. En ese momento yo pensé que me quería disuadir por machismo, por no tomar en serio crímenes de este tipo contra mujeres. 10 horas después en el ministerio público llegaría a otra conclusión.

En el ministerio público también sentí que los servidores públicos me querían disuadir. Cada persona me explicó que iba a ser un proceso tardado. Que iba a tener que someterme a evaluaciones por un perito médico y una perita psicóloga, entre otras entrevistas. En un principio percibí esto como un intento a disuadir a las víctimas y a juzgarlas.

Hoy día, tengo un nuevo respeto para los servidores públicos del sistema de justicia. He aprendido muchas cosas en estos días y no voy a comentar todas ahora pero quiero revelar una injusticia que existe en la vida de estos servidores públicos y que, por ende, afecta a toda la sociedad.

Hace pocos años un amigo norteamericano que también reside en México me contó que Henry Ford, el fundador de la compañía de automóviles, había descubierto una verdad de la productividad: después de 8 horas de laborar la productividad de un trabajador disminuye. Henry Ford supo que no fue buen negocio tener sus trabajadores laborando más de 8 horas porque después de 8 horas fueron menos productivos pero él tenía que pagarles lo mismo (porque en Estados Unidos el sueldo es por hora). No valía la pena pagar por un servicio inferior. En cambio, si los trabajadores solamente trabajaron 8 horas al día entonces rindieron lo máximo posible en términos de productividad. Esto es un hecho bien comprobado, que el ser humano no es una máquina que puede seguir funcionando igual hora tras hora. Una persona cansada no tiene la misma capacidad que una persona con energía. Es un hecho que en México ignoran. El mismo amigo me hizo una observación, no sé de dónde sacó la estadística pero me dijo que los mexicanos trabajan más horas que en todos los otros países del mundo y que a la vez tienen las peores tasas de productividad. Lo primero es la causa del segundo. En la mañana en el transporte vemos mujeres con poco tiempo para maquillarse en casa sacándole rizo a sus pestañas con una cuchara y en la noche vemos a las mismas dormidas. Es una especie de esclavitud moderna, un sistema laboral y económico en que la gente siente la necesidad de aceptar empleos que no les permiten el tiempo necesario para una de las prioridades biológicas más importantes, que es dormir. En las últimas horas de días laborales enormes ¿cuántas personas siguen enfocadas en sus responsabilidades y cuántas ya están flojeando porque ya no quieren estar ahí? ¿a quién beneficia mantenerlas ahí en ese estado?

En Estados Unidos el día laboral es de 8 horas y en mis años en México he desubierto que muchas personas trabajan 12 horas, cosa que siempre se me hizo como extremo y malo tanto para los trabajadores como para quienes sirven. Yo pensé que un turno de 12 horas era inhumano. Este fin de semana supe de cosas peores.

El policía que me atendió en el metro y que me acompañó al ministerio público, después supe que él y sus compañeros trabajan turnos de 16 horas. Trabajan 16 horas, descansan 32 y luego trabajan otro turno de 16. Su turno es de 16 pero si ellos tienen que llevar a una víctima como yo al ministerio público no pueden salir del ministerio público mientras que esa víctima sigue ahí. Entonces, si el delito pasó cuando un policía ya tenía 15 horas trabajando y le faltaba una hora para descansar, llevar a la víctima al ministerio público puede extender su jornada laboral hasta más de 24 horas. Justo cuando su cerebro está en el punto en que necesita desesperadamente dormir tiene que forzar a su cuerpo a mantenerse despierto durante las 8 horas que debe estar durmiendo. Las Naciones Unidas clasifica circunstancias semejantes como “tortura” ilegal cuando se trata de prisioneros de guerra etc. El turno de 16 horas no era saludable por empezar pero extender el turno más es literalmente torturoso. Yo sentí que el poli me quería disuadir y lo atribuí al machismo. Creo que me equivoqué. No es tanto machismo como sueño. Justicia para mí significa poner a su propia salud en riesgo. ¿Quién no quisiera que la víctima se rajara si hacer una declaración provocara una especie de tortura para el policía? Yo estuve dispuesta a desvelarme para hacer lo correcto en el nombre de la justicia esa noche, pero si tuviera que hacerlo seguido no creo que sería yo tan diferente. Buscaría preservar mi salud.

En el ministerio público las cosas son peores. Trabajan turnos de 24 horas y descansan 48 horas y vuelven a trabajar otras 24 horas. No hay camas para los servidores en el ministerio público. Yo no vi a ninguno dormido pero puedo imaginar que si no hay nadie a lo mejor duermen ratitos con la cabeza en el escritorio. El día que yo llegué fue la noche en que se iba a terminar el horario de verano, que quiere decir que a estos pobres les tocó un turno de 25 horas. Habían entrado a las 8 de la mañana, horario de verano, y no podían irse a su casa hasta las 8am del horario de Dios al día siguiente.

En estas situaciones una víctima como yo podría pensar que los servidores públicos no quieren atenderla porque no toman el crimen en serio. Seguramente para alguien en algún lugar esto es cierto, pero yo creo que los servidores públicos que me tocaron en esta ocasión no fueron especialmente machistas. A final de cuentas creo que me brindaron un mejor servicio que en otras instituciones públicas de esta ciudad. Recordando sus comentarios ahora entiendo que una parte es que estaban haciendo lo apropiado con informarme que el proceso iba a ser largo. No fue una mentira. Tenían que prepararme para que yo tomara una decisión consciente. La otra parte es que están cansados. No es humanamente posible atender a todo el mundo con la misma energía e entusiasmo si ya llevas 20 horas despierto.

No dormir a la misma hora todos los días por un mínimo de 7 horas provoca incontables problemas de salud. Eleva el riesgo de cáncer. Eleva el riesgo de Alzheimer. Estar despierto más que 16 horas es estar en un estado en que el cerebro está lleno de toxinas que dañan al cerebro. Si uno duerme a esa hora las toxinas se eliminan pero si sigue despierto causan daño permanente al cerebro. Una ironía no mexicana sino mundial es que las personas que están mejor informadas sobre estos riesgos son los médicos y ellos todavía tienen que pasar por un rito nocivo para la salud que se llama “la residencia” en que se exponen a estos mismos peligros. Todo trabajador cansado va a hacer más errores y si hay quienes necesitamos que no hagan errores son los médicos y los policías. Este mal es un mal evitable. Si queremos una sociedad que funcione mejor tenemos que respetar el derecho de cada persona a dormir y a descansar. Robert Owen, un galés que luchaba para mejores condiciones para los trabajadores promovió la idea de “8 horas de trabajo, 8 horas de esparcimiento y 8 horas de descanso”.

Alrededor de la 1 de la mañana empecé a notar los ojos rojos de los servidores públicos y pensé “por esto es que México no avanza”. No sé si estoy de acuerdo con este dicho de que “México no avanza” pero a la medida en que tiene algo de cierto estoy segura que la razón es que México tiene sueño.