El año del zapoteco

Dicen que 2019 es el año de la lengua indígena. Desconozco los detalles de quién lo declaró así o qué actividades habrán para celebrarlo pero les comparto que para mí personalmente este año promete ser más lleno de experiencias con lenguas que nunca. Estamos a mitad de febrero y las experiencias de los últimos 15 días ejemplifican cómo será mi año.

El último día de enero viajé con algunos alumnos a Asunción Tlacolulita por la cuarta vez. Esta lengua tiene quizás menos de 10 personas mayores de 80 años que la hablan. Estamos trabajando con Roque Julián de la Rosa y también con Reina Sosa. En este viaje que duró poco más de una semana y durante la cual 1) cumplí 48 años y 2) tomé la decisión de dejar de tomar coca cola (hoy fue el día #12, one day at a time), invertimos 6 días en la transcripción de una grabación de 10 minutos. A través de este texto también exploramos vía elicitación aspectos interesantes de la gramática de la lengua. Nadie debe subestimar el esfuerzo que requiere transcribir y analizar grabaciones del habla fluida ni tampoco menospreciar la riqueza lingüística que uno descubre trabajando con datos más naturales y espontáneos. En este viaje descubrimos que sí contrastan los tonos. Hace un año habíamos observado variación libre tonal y concluimos que se debía al estado moribundo de la lengua. Ahora nos dimos cuenta de que hay que desenredar efectos de entonación que pueden producir un tono que no es el tono léxico y también hay que analizar más la interrelación entre tono y tipos de voz como en otras lenguas del grupo central (ya que justo después de la visita de hace un año pude determinar que esta lengua pertenece al zapoteco central y no al zapoteco sureño). También estoy avanzando con cuestiones de la fonología segmental como por qué unas palabras empiezan con obstruyentes sordas donde uno esperaría un segmento lenis (por ejemplo, pan ‘lodo’). Ya puedo conversar más en la lengua y entender gran porcentaje de lo que me dicen. En este viaje grabamos por primera vez una conversación en zapoteco entre Roque y Reina, que va a enriquecer mucho el corpus. No puedo expresar en estas líneas cómo me impacta trabajar en este pueblo, no solamente la lengua sino la gente. En este pueblo hay personas muy alegres y abiertas y realmente disfruto de su compañía.

De Tlacolulita me fui a la ciudad de Oaxaca donde junto con Michel Oudijk impartí un curso para zapotecohablantes en la Biblioteca Fray Juan de Córdoba en que tocamos temas lingüísticos no solamente en las lenguas modernas sino también en los documentos coloniales. Creo que hay como 12 lenguas representadas entre todos los alumnos y ya promete ser una de las mejores experiencias que he tenido como zapotequista. Aprendo de los alumnos y también de Michel. Esta vez me impresionó saber más detalles de la historia lingüística de la Nueva España y posteriormente México. Las lenguas indígenas fueron lenguas oficiales durante la colonia y existen muchos documentos en lenguas indígenas de ese periodo, algo que dejó de pasar con la Independencia. Parece algo obvio que un país invasor debe ser expulsado pero lo que no entendí y seguramente muchos no entienden es cómo la Independencia afectó a las naciones indígenas. No fue una independencia zapoteca ni mexica ni maya sino una independencia para el beneficio de criollos. Otro detalle sorprendente que mencionó Michel es que Maximiliano tomaba lecciones particulares de Náhuatl todas las semanas. ¿Quién de los presidentes modernos de México ha estudiado una lengua indígena?

Acabando el curso en Oaxaca fui con Michel y mi alumna, Virginia Vásquez Beltrán (Vicky) a San Pablo Lachiriega, una agencia de San Pedro Quiatoni. En Lachiriega no solamente pudimos trabajar con personas de ahí, sino también conocimos a personas de Santa Ana del Río y Santiago Lapaguía. Después de estar una semana en un pueblo donde el zapoteco es bien moribundo, el cambio fue drástico porque aquí llegamos a un lugar donde todo el mundo habla zapoteco. Vicky hizo un gran descubrimiento, que la *ã del protozapoteco sobrevive en esta lengua. Hasta ahora este sonido fue parte de una hipótesis sobre la lengua ancestral de los zapotecos pero ningún lingüista había encontrado este sonido en una lengua zapoteca moderna. Celebré este descubrimiento comprando el excelente mezcal que producen en Lachiriega.

Al día siguiente visitamos la cabecera de San Pedro Quiatoni que se me hace un lugar del Señor de los Anillos o el Juego de Tronos. Es una antigua fotaleza zapoteca muy, muy, muy arriba en la Sierra. Todas las casas son altas porque no hay dónde construir excepto para arriba. Al lado de las casas el descenso es abrupto y largo. La variante que se habla aquí es muy semejante a la variante de Lachiriega. La palabra para ‘ceniza’ en ambos lugares implica que aquí sobrevive la *k final del protozapoteco, cosa que no se ha documentado antes afuera de la Sierra Norte. De igual forma el reflejo de la *k varía entre una fricativa velar y uvular, igual a lo que hemos oído trabajando el Didza Xidza en la ENAH.

El día después de estar en Quiatoni regresé a la ENAH donde impartí un curso de zapoteco junto con Nelson Martínez de Tanetze de Zaragoza. Después de un año de colaboración empezamos a transcribir una grabación espontánea y a enfrentar la sintaxis del didza xidza y así comenzó otra aventura más.

En 15 días oí algo como 15 lenguas. El curso de San Pablo implica viajar a Oaxaca cada mes, lo cual quiere decir que hay más oportunidades para hacer trabajo de campo. Posiblemente va a ser el mejor año de mi vida.